jueves, 3 de enero de 2019

Cómo Acabé Mis Días en las Maldivas 2 (Escrito en 1998)

Viajé sin equipaje con la intención de vencer mis prejuicios y dentro del avión disfruté de la primera película de mi vida, me resultó obsceno asistir al espectáculo de la vida y problemas de desconocidos, sentía mucha vergüenza por eso pero cómo el resto del pasaje parecía disfrutar con lo que estaba viendo no quise desentonar y me limité a sonreír a intervalos como si fuese el anfitrión de una fiesta. Cuando llegamos a las Maldivas me alegré de haber vendido mis pertenencias y haber cambiado ese dinero  y mis ahorros en dólares, pues los lugareños aceptaban sin chistar los billetitos verdes a cambio de abundante y exótica comida. Por unas horas logré ser muy feliz pero cuando llegó la noche y mi cuerpo empezó a tronar con las voces dentro de mí me sentí muy deprimido y alquilé una cabaña junto a las olas construida casi en el agua, como no disponía de corriente eléctrica pasé la noche oyendo mis gritos iluminado por la luna creyendo que no llegaría a ver la luz del nuevo día, pero cuando, exhausto y hambriento, amanecí desnudo sobre la playa sin recordar como había llegado allí, comprendí que la vida empezaba para mí de nuevo. Me sumergí en el mar sintiendo el agua caliente y salada y entré por la ventana de la choza turística temiendo que alguien me hubiera robado mi dinero pero me equivoqué, mi cinturón con fondo de cremallera se encontraba repleto y alguien había traído una cesta con fruta de la que di buena cuenta. Mi cuerpo funcionaba como un reloj suizo y el clima fabuloso de aquellas latitudes me devolvió a la curiosidad de la infancia, lavé mi guayabera en el bidé y olinedo a limpio me dirigí al mercadillo del pueblo con una sonrisa descomunal de oreja a oreja.
En el camino vi atracado en el rudimentario puenta de balsas de madera un biplano hiroavión de hélice de color amarillo y contuve mi irrefrenable deseo de viajar. A decir verdad ni siquiera sabía con certeza en que islas de las Maldivas me encontraba ni cuántas podrá visitar, no me importaba. Asistí asombrado a mi transformación mental por un momento en el que un pájaro de ojos duros y brillantes y plumaje verdinegro emitió un chillido cautivador sobrevolando mi cabeza, después todo se diluyó en el azul del cielo como un bello espejismo.

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