jueves, 3 de enero de 2019

Cosmos 2 (Escrito en 1999)

Somos una comunión sagrada de símbolos, seguía diciendo la voz, y estamos prisioneros del cuerpo y del tiempo como tú, humano, sólo que para nosotros es mucho más doloroso porque nuestra naturaleza es suprángelica, así que debes comprender sin miedo que nos comuniquemos contigo con gran exactitud cíclica de tiempos estrellados y años azules como el líquido que has bebido antes de entrar en el sistema, así que no nos pienses porque existimos a través de ti pero sin tu conveniencia...Asustado le di una calada a mi pipa llena de substancias psicotrópicas que me hacían tener alucinaciones auditivas en espera a que se siguieran aquellas comunicando conmigo. De nuevo, dijo la voz, hemos vuelto para tomar vuestros cuerpos y habitar entre vosotros y ser prefectos en cuerpos imperfectos y poder así vivir cien o doscientos años si no tomamos carnes ni bebemos licores y sobre todo si no fumamos. En vuestros cuerpos habitamos cómodos, no como parásitos pero tampoco como invitados. Lllegará el día en que nos dejéis meternos en vuestros cuerpos de forma voluntaria y así tendremos bonitas experiencias, tú ya las tuviste cuando te metiste en los cuerpos de otras personas aunque creyeras que era falso. La humanidad está pasando por una etapa de sueños sin edad, luego llegará a la edad de piedra del espacio y más tarde al sonido del tubo que vibra y hace que se teletransporten los objetos mediante el canto de los dioses. Ahora concéntrate mientras me poso sobre ti. Flap, flap, flap agito mis alas...y voy a ti. Puedes encontrar en mi mirada que te mira las cosas que te dicen lo que oyes pero si escuchas con atención encontrarás también todo aquello que pesa, que quema, que muerde, que daña...porque la comunicación, flap, flap, flap, es dolor y el dolor es comunicación, así sea.
Todo asustado di una gran calada a mi pipa psicotrópica hasta agotar sus existencias, se me puso la cara roja como un tomate y el cuello morado, tenía la lengua azul y me costaba trabajo respirar, eché un vistazo al cielo infinito del cosmos desde la nave a a mis espaldas estaban los gigantescos campos de verduras, éramos como una gran lata de sorpresas y de conservas, éramos nosotros...

Cómo Acabé Mis Días en las Maldivas 2 (Escrito en 1998)

Viajé sin equipaje con la intención de vencer mis prejuicios y dentro del avión disfruté de la primera película de mi vida, me resultó obsceno asistir al espectáculo de la vida y problemas de desconocidos, sentía mucha vergüenza por eso pero cómo el resto del pasaje parecía disfrutar con lo que estaba viendo no quise desentonar y me limité a sonreír a intervalos como si fuese el anfitrión de una fiesta. Cuando llegamos a las Maldivas me alegré de haber vendido mis pertenencias y haber cambiado ese dinero  y mis ahorros en dólares, pues los lugareños aceptaban sin chistar los billetitos verdes a cambio de abundante y exótica comida. Por unas horas logré ser muy feliz pero cuando llegó la noche y mi cuerpo empezó a tronar con las voces dentro de mí me sentí muy deprimido y alquilé una cabaña junto a las olas construida casi en el agua, como no disponía de corriente eléctrica pasé la noche oyendo mis gritos iluminado por la luna creyendo que no llegaría a ver la luz del nuevo día, pero cuando, exhausto y hambriento, amanecí desnudo sobre la playa sin recordar como había llegado allí, comprendí que la vida empezaba para mí de nuevo. Me sumergí en el mar sintiendo el agua caliente y salada y entré por la ventana de la choza turística temiendo que alguien me hubiera robado mi dinero pero me equivoqué, mi cinturón con fondo de cremallera se encontraba repleto y alguien había traído una cesta con fruta de la que di buena cuenta. Mi cuerpo funcionaba como un reloj suizo y el clima fabuloso de aquellas latitudes me devolvió a la curiosidad de la infancia, lavé mi guayabera en el bidé y olinedo a limpio me dirigí al mercadillo del pueblo con una sonrisa descomunal de oreja a oreja.
En el camino vi atracado en el rudimentario puenta de balsas de madera un biplano hiroavión de hélice de color amarillo y contuve mi irrefrenable deseo de viajar. A decir verdad ni siquiera sabía con certeza en que islas de las Maldivas me encontraba ni cuántas podrá visitar, no me importaba. Asistí asombrado a mi transformación mental por un momento en el que un pájaro de ojos duros y brillantes y plumaje verdinegro emitió un chillido cautivador sobrevolando mi cabeza, después todo se diluyó en el azul del cielo como un bello espejismo.